Nuevas
estrategias de lucha
Rafael
Polo
El 15 de mayo de 2011, cientos de miles de personas salieron a las
calles por toda España gritándole a los políticos de todo el arco
parlamentario: “No nos representan” y volvieron a plantear, una vez más,
que la capacidad de decidir acerca de todo aquello que afecta a nuestra vida
debe corresponder a los propios afectados.
España se llenó de asambleas de barrios y de pueblos que pretendían
“empoderar” a los ciudadanos y construir un nuevo poder surgido desde abajo que
reemplazara al corrupto sistema que nos ha traído hasta aquí.
Una nueva generación entró en acción, presentó una enmienda a la
totalidad a las estrategias y las tácticas de una izquierda que, en cuarenta
años, había interiorizado ya tanto los valores del Régimen del 78 que llevaba
décadas a la defensiva.
Los que habíamos vivido otros estallidos anteriores y leído acerca de
otros sucesos históricos semejantes sabíamos que al 15M le faltaba estructura
para poder sostener un largo pulso con el poder y que el tiempo no dejaría de
erosionar su discurso originario pero, también, que el impulso que lo había
motivado era genuino y que el estallido se repetiría de diferentes maneras
durante los años siguientes.
El 22 de marzo de 2014 tuvimos el privilegio de participar en otro que
superó todas nuestras previsiones. Tengo la sensación de que la respuesta
ciudadana era consecuencia de unas expectativas que iban mucho más allá de las
propuestas que hacen las diferentes organizaciones y, como tres años antes,
apuntaban en la dirección de refundar nuestro sistema político y social sobre
nuevas bases, que va más allá incluso de lo que, en el lenguaje político
habitual, llamamos “proceso constituyente”.
La respuesta ciudadana, tanto el 15 de mayo de 2011 como el 22 de marzo
de 2014 tenía unos contenidos profundamente sociales, que desbordaban -en ambos
casos- el marco del Régimen del 78 y, precisamente por eso, cogió a las mentes
pensantes de la “izquierda” con el pie cambiado, sin las estrategias políticas
adecuadas, incluso sin las categorías mentales que nos permitieran entender el
mensaje que nuestro pueblo nos estaba transmitiendo.
Jugar en el estrecho marco político del Régimen del 78, aunque sea con
la intención expresa de transformarlo desde dentro o, incluso, de subvertirlo
usando como palanca a sus propias instituciones, significa aceptar presentar
batalla en el terreno que nuestro adversario ha elegido; entrar al trapo que el
Sistema ha puesto delante nuestra para iniciar el enésimo proceso de fagotización
de los movimientos populares que éste, que tiene ya anticuerpos contra todas
las estrategias que la izquierda ha intentado en el pasado, sabe cómo aplicar
sus tácticas envolventes para absorber cualquier nueva experiencia que se
ajuste a los modelos que ya conoce.
Para poder enfrentarnos con éxito con nuestro adversario debemos
estudiar todas las estrategias victoriosas que las clases populares
protagonizaron en el pasado y analizar qué es lo que tienen en común. No se
trata de repetir las tácticas que se usaron en otro tiempo. Se trata, más bien,
de estudiar las actitudes con las que los que nos precedieron en el tiempo
encararon, de forma victoriosa, sus particulares batallas.
Comparando los diversos procesos descubrimos algunas claves que fueron
determinantes en la actuación de todos ellos y la primera es que supieron jugar
con el factor sorpresa, que supieron diseñar estrategias de lucha diferentes de
las que su adversario estaba esperando. También tenían todos una clara
conciencia de las claves culturales que diferenciaban a su pueblo y de la
coyuntura política y social que estaban viviendo y supieron fabricar una
revolución “ad hoc”, diseñada precisamente para actuar en un tiempo y en
un lugar determinados, distintos de aquellos que dieron lugar a las soluciones
desarrolladas por quienes les precedieron.
Como en la guerra de guerrillas, de lo que se trata es de llevar
siempre la iniciativa, de sorprender a nuestro adversario en el lugar y en el
momento en el que menos nos espera, de escoger la dimensión de nuestro
particular combate en función de las capacidades reales que tengamos en cada
momento. En definitiva, de que seamos nosotros los que establezcamos las
reglas, el ritmo y los que elijamos el campo de batalla.
Pasando al análisis concreto de nuestra realidad actual observo que los
sectores más combativos de la sociedad española están esperando nuevas
propuestas de lucha, distintas a las ya conocidas. Así nos lo mostraron el 15
de mayo de 2011 y también el 22 de marzo de 2014 y, también, que cuando intuyen
que éstas pueden llegar a tener verdaderas posibilidades de éxito se vuelcan
sobre las calles de manera masiva.
¿Cómo
traducir la movilización ciudadana en verdadero cambio social?
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que sólo una actuación
verdaderamente consciente, organizada y con objetivos claros será capaz de
enfrentarse con éxito con un adversario que controla todos los resortes del
poder, así como los medios de comunicación y de adoctrinamiento social.
Las movilizaciones que hemos protagonizado en los últimos años han
servido, fundamentalmente, para ganar músculo, para visualizar en la calle una
parte de nuestras capacidades, para agruparnos en torno a los objetivos más
sentidos y más ampliamente compartidos.
Pero nuestra capacidad de cambiar el Sistema sigue siendo limitada,
entre otras razones, porque la mayor parte de la población consciente sigue
confiando, fundamentalmente, en la acción institucional, cuyos mecanismos han
sido diseñados como un laberinto para erosionar y desgastar la acción de los
movimientos sociales, desviando su impulso hacia mecanismos indirectos de
intervención en el ámbito político que pasan, en última instancia, por la
acción parlamentaria y, en consecuencia, por las precondiciones necesarias para
poder incidir en ese ámbito: Entre otros, la participación en los sesgadísimos
debates políticos que tienen lugar en los medios de adoctrinamiento de masas,
que el poder económico controla de manera casi absoluta.
Pero nuestra humilde experiencia de lucha desarrollada en los últimos
años nos ha enseñado algunas cosas:
·
La primera es que la poca o la mucha
gente que hemos sido capaces de movilizar en nuestras diversas convocatorias,
dado el tremendo bloqueo informativo y, lo que es peor, las brutales tergiversaciones
de nuestras acciones y/o intenciones cuando se han hecho algún eco de las
mismas, han sido fruto exclusivo del trabajo que hemos venido desarrollando:
del boca a boca entre los sectores más conscientes y comprometidos de la
población, de nuestra cartelería y de nuestra intervención en las redes
sociales.
·
La segunda es que cuando hemos hecho un
trabajo riguroso en este sentido, nuestra capacidad de convocatoria no ha
dejado de crecer. Ergo creo que estamos en posición de trasladar esa
capacidad de intervención directa con la que ya contamos hacia algún tipo de
embrionario medio de comunicación que nos ayude a amplificar nuestro mensaje,
apoyándonos inicialmente en las emisoras de radio y de televisión de ámbito
local a las que podamos llegar y creando canales de youtube o blogs, que
utilicemos de palanca para poder transmitirlo.
·
Tercera: A partir de ahí, hacer un esfuerzo para difundir
la gran cantidad de luchas que están librando la multitud de colectivos que
pelean contra este sistema por toda nuestra geografía y, además, elaborar un
contradiscurso que transmita los conceptos y las categorías mentales que nos
ayuden a enfrentar el mismo, así como informaciones y análisis acerca de lo que
está pasando en el mundo y que nos está siendo ocultado o tergiversado por los
medios del Sistema.
El consumo
como palanca del cambio social.
Además de todo esto quisiera transmitir la necesidad de plantearnos una
revisión de nuestros tradicionales sistemas de lucha. Las manifestaciones
sirven para que se visibilice ésta y para facilitar el reagrupamiento de los
nuestros, pero su incidencia en el cambio de modelo social y político es
limitada. Tienen mucho más valor subjetivo (absolutamente necesario a la hora
de construir un bloque alternativo que plante cara al poder establecido) que
objetivo (incidencia real en el proceso de toma de decisiones del Sistema).
Las huelgas, paros, bajos rendimientos, etc. nos permiten actuar en el
ámbito productivo de carácter sectorial y mejorar las condiciones de vida y de
trabajo de los que aún conservan el empleo. Pero en una sociedad que ha
alcanzado las tasas de paro y de precariedad laboral que tenemos en España,
cuando la robotización y tecnificación no para de expulsar de los centros de
trabajo a decenas de miles de trabajadores cada año, hay que repensar nuestras
estrategias de lucha global contra el Sistema. Y después de reflexionar sobre
este problema he llegado a la conclusión de que apenas estamos incidiendo en el
ámbito en el que tenemos una mayor capacidad de empujar el cambio social: El
consumo.
Cuando hace algunos años intentamos crear nuevas experiencias de
“empoderamiento” ciudadano a través del movimiento 15M, desarrollamos ámbitos
de actuación que buscaban desarrollar el comercio de corto radio, las
cooperativas de consumidores, huertos sociales, bancos del tiempo, monedas
sociales de ámbito local, etc. con resultados diversos. Pero,
independientemente de los efectos conseguidos con las mismas, aprendimos
bastante por el camino.
Recuerdo, cuando intentaba explicar la necesidad de desarrollar el
comercio de ámbito local entre mis compañeros, como usaba argumentos bastante
sencillos que hacían comprender a mis interlocutores la gran potencialidad de
dichas actuaciones:
“En el ámbito político el Sistema nos permite emitir nuestro
voto una vez cada cuatro años y, sin embargo, en el económico estamos
votando todos los días, decenas o centenares de veces, además. Cada vez que
tomamos una decisión de compra estamos votando en el ámbito económico, que es
donde se concentra el verdadero poder”.
Si vamos al supermercado y echamos en el carro cincuenta productos
hemos emitido cincuenta votos. Y tenemos a cientos de organizaciones intentando
darnos razones para que votemos a ésta o a aquella formación política cuando el
Sistema tenga a bien permitirnos opinar (una vez cada cuatro años) y a ninguna
explicándonos por qué consumir el producto A es más dañino para nosotros que el
B, aunque el primero sea más barato.
Cada vez que tomamos una decisión de compra estamos eligiendo a quién
vamos a enriquecer: Si a una
multinacional o a un pequeño productor que vive junto a nosotros. A una empresa
radicada en Israel, en Nueva Zelanda o en España. A una tecnología que está
destruyendo el medio ambiente o a otra que permite desarrollar una economía
sostenible. A un empresario que usa el trabajo esclavo para acabar con sus
competidores o a otro que está respetando la dignidad de las personas que
trabajan para él. A una Sociedad Anónima que cotiza en bolsa o a una
cooperativa de trabajadores que está llevando a cabo un proyecto de desarrollo
local.
En el pasado se han diseñado campañas de intervención en este ámbito de
carácter limitado. Está claro que si una empresa quiere hacer reducción de
plantillas a pesar de obtener beneficios multimillonarios y vemos que como
consumidores podemos ayudar a los compañeros que están en lucha boicoteando un
determinado producto, debemos seguir haciéndolo. Pero ya hemos comprobado cómo
este tipo de campañas tienen una incidencia limitada. Y es así porque, en
realidad, nunca hemos diseñado una campaña de cierta envergadura de este tipo,
porque ese no ha sido, hasta ahora, nuestro ámbito de intervención natural.
Propongo incorporar a nuestra lucha, de manera permanente, una
estrategia dirigida a cambiar los hábitos de consumo de toda la población, con
lemas genéricos que calen fácilmente en la conciencia de cada uno, que lo
entienda hasta un niño pequeño. Cuando esos mensajes hayan sido interiorizados
podremos pasar a un segundo nivel, con una mayor elaboración teórica o
política. La propuesta que hago es centrarnos en cuatro ejes, que son los
siguientes:
1) Kilómetro cero: Consume lo que se haya producido más cerca de tu
casa.
Argumentario:
·
Tu vecino paga los impuestos en tu pueblo. Cuando
le compras estás, también, pagando a tu médico o al profesor de tu hijo. Estás
financiando el parque que habrá mañana junto a tu casa.
·
Si compras productos fabricados en las antípodas,
estás ayudando a desarrollar... ¡¡los países de las antípodas!! claro.
·
Y otros en la misma línea.
2) Compra 84: A veces es muy difícil saber dónde está hecho el
producto que estamos comprando. El etiquetado ha sido diseñado expresamente
para que no podamos saberlo. En ese caso, sólo nos queda el código de barras:
Si empieza por 84 es que el que lo ha puesto en circulación en el mercado, al
menos, es español. Es mejor que nada.
3) No a los transgénicos:
·
No eres un cobaya.
·
Que no experimenten contigo.
4) No a las multinacionales:
·
Defiende a los que son como tú. Vengan de donde
vengan.
Cada uno de estos cuatro ejes, en el futuro, nos puede permitir
desarrollar un argumentario más profundo y nos permitirá diseñar campañas
concretas contra un producto en particular, porque si las ideas básicas han
calado, habrá una mayor sensibilidad hacia este tipo de temas.
El consumo es el arma que nos ofrece un mayor potencial de intervención
en las estructuras del poder global, aunque no haya sido hasta ahora un ámbito
sobre el que nos hayamos centrado. Si somos capaces, a través de nuestros
argumentos, de nuestra cartelería, de nuestra intervención en las redes
sociales, de cambiar los hábitos de consumo de nuestros vecinos, habremos
creado un nuevo frente de lucha contra el Sistema que nos permitirá desplegar
un combate más equilibrado y más global. Debemos seguir ensayando nuevas formas
de enfrentarnos con el poder establecido, de jugar con el factor sorpresa en
esta guerra de guerrillas desigual que estamos librando.
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