ES
NECESARIO PASAR A LA OFENSIVA
A. Mora, R. Quirante, J. Carmona y A. Cortés
(Participantes de las coordinadoras de las
Marchas de la Dignidad de Granada y de Málaga y militantes de “No hay tiempo que perder”)
Para
saber a dónde hay que ir, hay que tener claro dónde estamos. Aunque no estamos
de acuerdo con Rajoy en que cuando no se sabe para dónde, mejor quedarse
parado, sin duda es preferible comprobar el punto de partida para definir el
camino a seguir. Estamos en una situación que podría acabar siendo la calma que
precede a la tormenta. Después del largo paréntesis de incertidumbre gubernamental, ya se zanjó la cuestión del
gobierno, pero no la de qué medidas va a acometer.
Hemos
pasado un largo paréntesis en la lucha social. Llevamos toda una serie de años
en los que el ciclo de movilizaciones que comenzó con la huelga general de 2010
y el 15M en 2011 estaba paralizado porque el activismo estaba centrado en la
participación electoral. Y la resaca de la desmovilización desde octubre de
2016 casi lleva un año sobre nosotros/as.
El
resultado del paréntesis electoral ha sido ambiguo. Lo viejo no acaba de morir y el “cambio” se ha revelado casi más continuidad que
ruptura en las instituciones. Del bipartidismo se pasó al
tetrapartidismo,
ayuntamientos se renovaron, notablemente en las
grandes ciudades, pero sólo para
poner de manifiesto la impotencia de las nuevas organizaciones para resolver
las reivindicaciones populares. Y el PP sigue en el poder, cuando el “No es no”
se convirtió en “No es sí”.
No
subestimamos el terremoto político. Un Rey nuevo, muerte y resurrección de
Pedro Sánchez, aparición de un nuevo contendiente en el terreno burgués
(Ciudadanos), irrupción de Podemos y alianza con IU... Todo el régimen del 78
está manga por hombro. Se trata del reflejo en la política del tremendo golpe
que ha significado la década de crisis económica que también ha dado un vuelco a los sistemas
políticos en Portugal, Gran Bretaña, Francia, Italia, Grecia o Estados Unidos.
Siendo fenómenos muy variados, como variados eran los puntos de partida, hay
rasgos comunes en todos como son el hundimiento o grave crisis de los partidos
tradicionales, espectaculares refundaciones de partidos con base popular,
ascenso meteórico de la derecha protofascista, crecimiento de "alternativas
ciudadanas", "populistas", etc.
Desgraciadamente,
lo que no se ha dado en ninguno de los casos es un ascenso de fuerzas
abiertamente de clase, obreras, revolucionarias, internacionalistas y
anticapitalistas. Precisamente el tipo de alternativas que desde nuestro punto
de vista son las únicas que podrían dar una salida al impasse para la clase
trabajadora y los sectores populares.
Sin
embargo, en este marco, las Marchas de la Dignidad llevan desarrollándose desde
2014 sobre la base del llamamiento a la clase trabajadora y sus organizaciones
para que salga a la lucha por sus reivindicaciones específicas. La marcha a
Madrid de 2014 significó la irrupción de la clase trabajadora en cuanto que
sujeto político en la escena pública. Este es el gran valor de las Marchas, el
activo que hay que reivindicar: son un instrumento incipiente de independencia
política de la clase trabajadora frente a la burguesía y su estado.
Lo
aprobado en Gilena
En
enero de 2017 se aprobó en la asamblea andaluza celebrada en Gilena una línea
para sacar de este impasse a las Marchas en Andalucía. Se presentaron una serie
de aportaciones y se acabó aprobando una orientación que pujaba por avanzar por
la vía de la movilización rompiendo la parálisis y el hipnotismo electoral. A
nivel estatal también se decidió retomar la movilización.
Hay
que decir que el balance global de este curso político para las Marchas no
puede ser más que el de un rotundo éxito. El 27 de mayo hubo 60.000 personas en
Madrid, lo que demuestra una recuperación clara del poder de convocatoria y
movilización. También en Andalucía las movilizaciones convocadas, como la del
28F, han sido exitosas. Además, en general en Andalucía se ha ido avanzando en
la estructuración de coordinadoras provinciales y agrupamientos locales así
como en incorporación de nuevos colectivos.
Se
podría resumir entonces la tarea que encaramos diciendo que hay que seguir con
lo mismo, más y además mejor. Más sindicatos, más mareas, más colectivos de trabajadores/as en lucha incorporados/as a más coordinadoras y comités de las Marchas,
más coordinación, más presencia en las luchas obreras y populares.
La
situación política en 2017-18
El
curso político se abre con un desafío monumental a la institucionalidad del 78.
La nueva votación catalana del 1 de octubre ha sido un referéndum a pesar de la
fuerte represión del Estado y no una simple
"consulta" como en 2014.
Contrariamente
a lo que se pueda pensar, el referéndum catalán es una prueba sobre todo para
los que no somos catalanes. Independientemente de lo que en un momento dado tal
o cual dirigente político pueda decir, la autodeterminación de los pueblos es
imposible bajo este régimen. Esto está claro en la Constitución, donde se
aclara que el garante de la unidad del Estado
Español es el ejército, no las Cortes o el gobierno. Pero la verdadera
Constitución no es un papel sino una relación de fuerzas. El franquismo accedió a disolverse y dejar sitio en las
instituciones a otras organizaciones
con varias condiciones, entre las cuales una de las fundamentales era el
mantenimiento de la "unidad de España" garantizada por el ejército
con el Rey a la cabeza. Esto no es un artículo de la Constitución que se pueda
modificar o eliminar por una simple votación parlamentaria, como se hizo con el
artículo sobre el pago de la deuda.
Como
consecuencia el Estado Español está tomando medidas de fuerza con el uso de la
fuerza como la represión el 1-O, el encarcelamiento de los “Jordis” o la
aprobación del artículo 155 que suspende la autonomía destituyendo al govern,
interviniendo hacienda, TV3 y los Mossos.
Por
eso es obligación de todas las fuerzas obreras y populares del Estado Español, y desde luego de las Marchas de la
Dignidad, desde la independencia de clase,
proclamar desde ya nuestro respeto a la voluntad del pueblo catalán para que
sea él sólo el que decida qué quiere hacer, afirmar nuestra defensa del
resultado del 1-O, y anunciar nuestra voluntad de movilizar contra cualquier
medida amenazadora o represiva que el gobierno central intente.
La austeridad ha venido para quedarse
El
gobierno nos machaca todos los días con la supuesta "recuperación".
Los organismos internacionales están anunciando crecimiento. Pero lo que se ve
por todas partes es estancamiento. El aumento del empleo en realidad es el
aumento de la contratación... en empleos temporales de cortísima duración,
enorme rotación e ínfima remuneración. Lo que está claro es que, más allá de
las proclamas triunfalistas, nadie, ni la patronal y la burguesía creen que se haya recuperado la senda del
crecimiento. Ni en el Estado Español, ni en la
Unión Europea ni a nivel internacional. Si no están
hablando de redoblar la austeridad, es sólo por motivos electorales. Su única
perspectiva es mantenerla.
Si
hay diferencias, son de ritmos. No hay otra política previsible por parte de
los distintos gobiernos que la de continuar el ataque contra las conquistas de
la clase trabajadora. Esto es así porque lo que determina el ataque en nuestra
opinión, no es la hegemonía política del "neoliberalismo" ni las
"órdenes" de la UE o la Troika. Lo que determina el ataque, lo que le
da coherencia, es que todas las medidas van en el mismo sentido, el de aumentar
la tasa de ganancia. Por eso las aplican tanto los gobiernos de
"derecha" como de "izquierdas", por eso las aplican los
gobiernos de la UE y los que están fuera.
De lo que se trata es de acabar con el
capitalismo
Las
organizaciones políticas y sindicales mayoritarias en la clase trabajadora no
entienden que lo que está en crisis es el mismo capitalismo. Lo expresan con
fórmulas como que la "crisis es una estafa" o reduciéndola a sus
aspectos financieros. Tampoco entienden el empecinamiento de los gobiernos y
organizaciones internacionales en las políticas de "austeridad".
Creen que la mejor forma de recuperar la economía y volver a tener empleo sería
el aumento salarial, el aumento de las pensiones y los subsidios sociales, el
aumento del empleo público, etc, todo lo cual recuperaría la demanda y por lo
tanto permitiría a la economía salir del bache. Con matices, es el programa
mayoritario en la izquierda.
Por
el contrario, creemos que la crisis capitalista tiene su origen en el propio
mecanismo del sistema y no en ningún desequilibrio externo, ya sea financiero o
de demanda. El problema para el capitalismo es que la tasa de ganancia ha caído
y no hay forma de recuperarla hasta un nivel que permita la reanudación de la
inversión y por lo tanto poner en marcha de nuevo el mecanismo de la
acumulación. De ahí los ataques contra nuestros salarios, la estabilidad en el
empleo, los servicios públicos que precarizan nuestras vidas teniendo como
consecuencia despidos, desahucios, una mayor carga de los trabajos de cuidados
sobre las mujeres, etc. Las medidas
aplicadas por los gobiernos, y esto es especialmente claro en el caso de las de
Rajoy, han permitido aumentar el excedente empresarial, el monto de los
beneficios, pero la tasa de ganancia sigue sin recuperarse. Es una expresión de
la decadencia del capitalismo, de que se ha convertido en un modo de producción
anacrónico.
Por
eso para cualquier gobierno del tipo que sea que no rompa con el capitalismo, es
imposible aplicar una política que no sea la del ajuste despiadado, que sólo se
suaviza como respuesta a las movilizaciones, pero siempre para volver con
creces. No es posible retroceder a las políticas reformistas, keynesianas, de
décadas anteriores, porque falta la condición necesaria para ellas: una tasa
general de ganancia situada muy alto, que permitía al capital conceder
concesiones.
Pero
como las medidas de ajuste y austeridad sólo permiten una subida pequeña y
temporal de la tasa de ganancia, el capital puja por aplicar feroz e
indefinidamente estas medidas. Los resultados hasta ahora, con lo importante
que han sido en términos de retroceso social, de aumento de la miseria, de
destrucción de las conquistas, de depredación del planeta, y que golpean con
más dureza si cabe a la mujer trabajadora se miden en metros, cuando lo que
necesitan son kilómetros.
Entonces
estamos en una situación en la que la única salida posible no ya sólo para
"cambiar la vida" sino siquiera para poder vivirla sin ahogos, es
revolucionaria. Las reivindicaciones más elementales se vuelven imposibles si
no se rompe con el mecanismo de la ganancia. Pero esto sólo puede hacerlo un
Gobierno de los Trabajadores/as, de la mayoría explotada (aliado con todos los
sectores oprimidos). La clase trabajadora no puede avanzar en conseguir tal
gobierno si no se independiza radicalmente de todos y cada uno de los sectores
explotadores y de sus sirvientes. Lo que hace falta es una política de
independencia política de la clase trabajadora, lo más opuesto que se puede
imaginar a una política de unidad "ciudadana". Necesitamos, sí, más
democracia (para lo cual hay que reventar el actual régimen) pero para poder
llevar a cabo los objetivos históricos de la clase: abolir la propiedad
privada, el trabajo asalariado, avanzar hacia el socialismo.
Afinar
las reivindicaciones
En
estas condiciones, se podría decir que hay yesca por todas partes y que sólo
necesita chispa. La huelga de Eulen en el aeropuerto del Prat, más allá de su
resultado concreto, podría haber tenido un efecto detonador sobre otros
sectores precarizados. Podría haber sido un factor para la huelga general en
AENA. En un primer lugar CCOO, UGT y USO convocaron paros que iban en esa
dirección. Sin embargo los atentados de Barcelona así como la orientación de
estas direcciones sindicales impidieron
finalmente que dicha orientación se materializara.
La
huelga de Eulen también ha sido importante por otras razones. Fue una huelga
por fuera de los sindicatos pero no fue una huelga antisindical. Fue una huelga
ofensiva, su objetivo era recuperar de golpe todo lo perdido desde la crisis
económica. Y fue una huelga que se encontró con la militarización y el laudo
obligatorio, las medidas más fuertes que puede tomar el estado burgués contra
una huelga. Fue una huelga que desnudó el carácter de clase del estado. Por
todas esas razones, las Marchas de la Dignidad deberían haber tenido
protagonismo en organizar la solidaridad con esta movilización y en el futuro
con huelgas similares.
La
vocación de organismo de frente único de la clase trabajadora que anima a las
Marchas debería significar que se da como tarea unir a todos los colectivos de
trabajadores/as en su interior (dando un paso más que solidarizarse desde fuera
con las luchas que se den). Claro que hay que solidarizarse con las luchas.
Pero cada vez más debe significar que las Marchas intervienen en las luchas en
su propio nombre, proponiendo medidas y actuando como lo que son, un organismo
unitario y prestigioso de toda la clase, que está por encima de las pequeñas
maniobras de aparatos sindicales o políticos y que puede ayudar a las luchas a
salir adelante.
Por
eso, las Marchas no se deben quedar en la solidaridad sino que tienen que
popularizar reivindicaciones propias. Propias de las Marchas, pero generales de
la clase trabajadora, aquellas reivindicaciones más generales que dan un
sentido a la "guerra de guerrillas" que es siempre la actividad
sindical. Es decir, apoyar aquellas reivindicaciones más generales pero dando
una perspectiva política a las mismas.
Sin
escribir un catálogo minucioso de reivindicaciones, las marchas deben defender
la estabilidad en el empleo prohibiendo los despidos y aboliendo el trabajo
precario. Deben exigir el mantenimiento del poder adquisitivo mediante aumentos
lineales indexados con la inflación. Deben exigir el subsidio de desempleo
indefinido hasta encontrar trabajo, la equiparación salarial por un mismo
puesto trabajo entre hombres y mujeres, unas pensiones dignas, etc.
Igualmente,
las Marchas deben exigir la renacionalización y remunicipalización de lo
privatizado. Deben exigir el control obrero y de las organizaciones de la
plantilla sobre las decisiones empresariales que les afecten (derecho a veto de
la plantilla sobre despidos, cierres, etc.).
Las
marchas no son un acuerdo intersindical, mucho menos un acuerdo intersindical
dirigido contra otras centrales sindicales. Las Marchas son un intento de
frente único obrero, de unidad de acción en torno a reivindicaciones comunes de
todas las organizaciones de la clase trabajadora que quieran sumarse, ya sean
sindicales, políticas o sociales. No van dirigidas contra nadie ni rechazan a
priori a nadie. Claro está, no quiere decir que tengan las puertas abiertas
para cualquiera. Las Marchas tienen ya un recorrido desde 2014, tienen un
bagaje programático y reivindicativo y éste no puede
ser revertido en su línea principal.
No
jugamos al escondite con las palabras. Lejos de "prohibir" la entrada
a CCOO y UGT, en realidad hay que decir que si ambas centrales, en Andalucía o
en el estado, entraran en las Marchas, no podría ser de otra manera más que
como resultado de una presión enorme de las bases, reflejo de una cada vez
mayor pujanza en la movilización de las Marchas. Por eso se debería intentar (a
pesar del centralismo burocrático férreo de estas centrales) que cada vez más
secciones sindicales, comités de empresa o Juntas de Personal entren en las
Marchas. Y esto sin ingenuidad, porque si la presión fuera suficiente para que
CCOO y/o UGT llegaran a pedir la entrada, sus direcciones sólo lo harían con la
intención de reventar las Marchas desde dentro.
Además
de sindicatos, en las Marchas hay organizaciones políticas, algunas de las
cuales tienen bastante representación institucional. Las Marchas deben
exigirles que pongan siempre esa representación al servicio de las luchas. Al
mismo tiempo, las Marchas y la lucha como tal deben ser totalmente
independiente de las instituciones y del cálculo
electoral. Porque éstas no son reformables, consustanciales al
capitalismo e inútiles para volverlas contra él.
Necesitamos
en las Marchas más colectivos, más sindicatos, más gente, pero todo esto habrá
que coordinarlo. Una buena forma de impulsar tal movimiento sería convocar un
encuentro estatal de luchadores/as de la clase trabajadora, de sindicalistas y
activistas, que aprobase un programa de reivindicaciones y un plan de lucha
para imponerlas. Nadie que no sean las Marchas de la Dignidad puede hacer esto
porque nadie tiene la autoridad, nadie está tan por encima de las banderías
como para poder tener la audiencia, la capacidad de convocatoria necesaria.
Si
esto no se pudiera hacer a escala estatal, como proponemos que se pida desde
las Marchas de Andalucía, habría por lo menos que hacerlo desde aquí.
La
huelga general en el horizonte
Es
necesario ir dándole perspectiva a las luchas y
plantear a las claras que la movilización sostenida que buscamos tiene un
objetivo. La conclusión lógica de un plan de lucha para unir
sectores y reivindicaciones es que tenga como coronación la huelga general.
Proponemos
que las Marchas a nivel estatal comiencen una campaña centrada en la necesidad
de parar los planes de ajuste y recuperar todas las conquistas mediante la
huelga general. Las manifestaciones, incluso
multitudinarias como la de 2014, pueden impresionar a los gobiernos pero no
hacen daño porque no paran la producción. Pero habrá que evitar tres
errores habituales sobre la huelga general:
-
El primero, el de pasar por alto las
relaciones de fuerza reales, es más, concebir la huelga general como un pulso
para dilucidad quién tiene la legitimidad en el movimiento sindical. Nos
referimos a la idea de que, en lugar de ganar a CCOO y UGT para la huelga
general, ésta haya que convocarla sin ellos y contra ellos.
-
El segundo es considerar a la huelga general,
incluso de más de 24h, con autoorganización, comités de huelga elegidos, etc,
como si fuera casi la revolución, como si fuera lo que vaya a resolver todos
los problemas. Probablemente habrá más de una huelga general de aquí a la caída
del poder capitalista en el Estado Español. La
huelga general tiene su papel en la lucha pero no hacemos un fetiche de ella.
-
El tercero es pensar que si no se puede hacer
la huelga general, al menos hagamos una aquí en Andalucía. Nadie tiene nada en
contra de que haya huelgas en Andalucía por ejemplo contra alguna medida de la
Junta. Pero eso no es ni substituto ni paso hacia la huelga general.
Contra
el régimen del 78
Esta crisis del capitalismo ha
sido el detonante que ha puesto en crisis total al régimen del 78. No es que
este régimen no se haya visto sacudido por luchas en todo momento, pero siempre
tuvo una legitimidad mayoritaria en el conjunto del Estado (no tanto en algunas
naciones oprimidas). Legitimidad no significa que para la gente fuera un
régimen ideal sino que era "legítimo", que tenía derecho a existir,
que las reivindicaciones populares adoptaban la forma de exigencias de
reformas, no se veían como incompatibles con el mantenimiento del régimen y sus
instituciones, incluyendo su clave de bóveda, la monarquía.
Desde
la crisis y sobre todo desde el 15M esto ha cambiado brutalmente. A pesar de la
abdicación preventiva de Juan Carlos en 2014, la monarquía está en mínimos
históricos de popularidad. El referéndum catalán representa la crisis más
profunda del estado de las autonomías desde su instauración. El sistema
bipartidista que era el pilar del régimen está tocado de muerte: su pata
derechista cada vez más aparece como una organización criminal dedicada al
saqueo del estado que como una organización política.
Por
eso la agitación contra el régimen político no es ya un ejercicio de propaganda
que se queda en la teoría, en un adorno, sino que cada vez es más actual. El
régimen del 78 puede caer a corto plazo. Las Marchas no pueden quedarse en el
sindicalismo y no hablar de política. Las Marchas deben luchar contra la
monarquía, por la autodeterminación, contra la UE y la OTAN.
Desde
luego, la abolición de la forma monárquica del estado no va más allá de ser una
premisa para una política que vaya en el sentido de las reivindicaciones y
necesidades populares. Para nosotros/as,
las reivindicaciones republicanas, por la autodeterminación de los pueblos,
contra la UE y el euro, tienen que ir siempre vinculadas a la necesidad de un
gobierno de los trabajadores/as que rompa con el capital, basado en las organizaciones
de la propia clase. Ninguna de estas reivindicaciones, puramente democráticas,
da una salida positiva a los males que afligen a la clase trabajadora. Pero
inversamente, no hay gobierno de los trabajadores concebible sin república, sin
autodeterminación, sin romper con UE y OTAN, etc. Por eso hay que ligar siempre
todas estas cuestiones.
Necesidad
de reafirmar y fortalecer las Marchas como movimiento estatal
Las
Marchas de la Dignidad son, desde el principio, un movimiento de ámbito
estatal, como corresponde a su pretensión de detener las políticas de un
gobierno y un estado determinados (que desde luego, tienen proyección
internacional y las Marchas también deberían tenerla).
Es
comprensible que haya desigualdades y debilidades en la implantación
territorial. Lo que no es comprensible es que no se tenga una política
consciente para desarrollar las Marchas allí donde aún apenas están. Por
ejemplo, las Marchas han conseguido gran visibilidad convocando movilizaciones
estatales que acaban en grandes manifestaciones en Madrid... que para los que
estamos dentro no hacen más que poner de relieve el grave problema que
representa la debilidad de las Marchas precisamente en la capital.
Andalucía
es considerada generalmente como uno de los territorios donde las Marchas
tienen más implantación y mejor organización. Eso debería imponernos deberes de
extensión y apoyo.
La
necesidad de fortalecer el carácter estatal de las Marchas no va contra que se
hagan movilizaciones en los territorios, pero sí contra que no se jerarquicen
las campañas y actos centrales.
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